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Tengo un fetiche, y lo tengo desde que tengo memoria, pero nunca he comentado nada acerca de él. Sé que muchas personas los tienen, y que es algo normal, sin embargo, no logro sentirme así conmigo mismo. No es algo tan complicado ni tan grotesco, pero es justamente eso lo que hace que sienta vergüenza cada vez que quiero contarlo. Tengo pareja, ya estamos grandecitos y llevamos el suficiente tiempo juntos como para poder contarnos todos nuestros secretos, no somos de los que nos ocultamos cosas, pero… (suspiro) no sé por qué no puedo contárselo. No, en realidad sí sé por qué, pero no me gusta pensar en eso. Seguramente si se lo contara se molestaría conmigo, pensaría que siempre lo he tomado a la broma, que en todos estos años, capaz no me he fijado en él seriamente o que simplemente estoy con él porque su estado me causa morbo. Pero no es así…
- ¡Ive! ¿Podrías traerme una taza de café? Que después de todos los cambios que hiciste en la cocina ya no sé dónde están las cosas. De paso que me enseñas dónde las reubicaste.
Ese era él, que me llamaba desde nuestra habitación para que lo acompañe a la cocina a que le enseñe las ubicaciones. No es que no pudiese hacerlo sólo… Es que NO puede hacerlo sólo.
Bajé para ayudarlo.
Él siempre dice que tiene suerte de haber encontrado a alguien como yo, con tanta paciencia, que esté dispuesto a ayudarlo y apoyarlo en todo momento. Aún no entiende que eso es algo totalmente natural cuando somos una pareja. No estaremos casados, pero llevamos años viviendo juntos, somos prácticamente esposos, realmente no tiene nada de raro que siempre lo ayude.
¿No entienden a qué me refiero cuando digo a que lo ayude? ¿Aún no entienden por qué me pedía ayuda en la cocina? Bueno, si es así, les explico. Joan es ciego. No siempre lo fue, tuvo un accidente poco después de que nos conociéramos, desde entonces siempre he estado con él. No es que haya sentido pena, y que por eso me haya quedado a su lado es que… siempre lo vi como alguien distinto, siempre me atrajo, y el que haya perdido la vista no cambió las cosas, estaba enamorado de él y eso ya nadie lo podía cambiar. Aunque me costó que él lo creyera. Muchas veces me dijo que estaba confundiendo las cosas, que el cariño paternal que le tenía lo había confundido con amor, pero sabía que no era así… Y así es como llegamos a la actualidad.
- Ven mira – lo tomé de la mano – Todos los muebles están en la misma posición, sólo cambié las ubicaciones de las cosas que habían dentro. – y le fui mostrando dónde estaba cada uno de los utensilios para que pueda memorizarlos de nuevo.
- Ive… qué sería de mí si no estuvieras aquí…
- Eso no pasaría – lo abracé por la espalda – sabes que quieras o no abríamos terminado juntos… ya te he dicho, es el destino, estamos hechos el uno para el otro.
- Jajaja, sí claro… y como tú crees en el destino.
Así es, por supuesto que no creía en esa tontería llamada “destino”, pero de todas maneras lo fastidiaba de esa forma, sabía que a pesar de todo le gustaba cuando lo decía. Incluso a veces quería creer eso… Incluso a veces yo también quería creerlo.
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